lunes, 15 septiembre, 2025
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Las aventuras del pionero del post-punk inglés que vive en Argentina hace dos años y también es sacerdote y mago

El significado de la palabra influencia fue cambiando con las épocas, y en el ámbito del rock alternativo muchos de los máximos referentes coincidían sin dudar en mencionar a un grupo ajeno a las masas: Killing Joke.

La banda londinense liderada por el frontman y principal compositor Jaz Coleman abrió las compuertas del under urgente de la capital inglesa para luego llegar a oídos de toda una generación con el cover que Metallica hizo de The Wait para Garage Days Revisited en 1987.

Jaz Coleman en vivo en Argentina, donde vive hace dos años. Foto de prensa gentileza Club Malvinas

En aquel tiempo bastaba con inmiscuirse en las revistas de metal y rock agresivo para leer comentarios de pleitesía total sobre Killing Joke de parte de gente como Nirvana, Faith No More, Nine Inch Nails y Soundgarden, entre otros.

El impacto de la música de Killing Joke en quienes fijaron sus oídos en la explosión del post-punk es inmenso, pero es solo un capítulo en la vida de Jaz Coleman.

Ahora en Argentina

De origen angloasiático, el cantante y tecladista de la banda convirtió su vida, a fuerza de visión y voluntad extrema por hacer, en una especie de diario de un nuevo renacentista.

Jaz Coleman, un nuevo renacentista. Foto: Fernando de la Orden

Lo insaciable de su espíritu emprendedor y curiosísimo lo llevó a tener numerosos títulos y/o nomenclaturas derivadas de la experiencia real (doctorados en música, compositor de clásica, escritor, experto en geopolítica y banca internacional, Caballero de las Artes y las Letras, sacerdote, mago) y hoy nos deja ante un nuevo capítulo, esta vez pintado en celeste y blanco.

Desde hace dos años Coleman reside en la Argentina con su novia Luciana en el Gran Buenos Aires, alejado del ruido porteño, pero lo suficientemente cerca como para comenzar a perpetrar sus deseos culturales -y existenciales- en Buenos Aires. El conducto a este plan irrefrenable de autorrealización es Club Malvinas, un ciclo de encuentro social y artístico que está por estrenar su tercer evento en menos de un año.

En estos nuevos happenings a los que Coleman llama “zonas autónomas con 100% libertad de expresión”, el músico da charlas con aristas diversas, todas apuntadas al invite a reflexionar sobre el estado del mundo en todo sentido. Una vez concluidas las tertulias, comienza el ruido.

En las primeras dos ediciones cantó canciones compuestas en su residencia en Islandia en 1982 -también vivió en Nueva Zelanda, República Checa, Alemania, Egipto- con su brutalmente competente banda local, la Voodoo Orchestra, un dream team formado bajo consejo de su compinche Nico Sorín: Gori y Chowi Fernández en guitarras, Franco Fontanarrosa en bajo, Gómez en batería y el mismo Sorín en sintetizadores.

Sin embargo, para el tercer evento, el próximo sábado 20 de septiembre en el Club Liverpool (Cabrera 4255, entradas en alpogo.com) la cosa se tiñe de rojo, amarillo y verde y los sonidos psicodélicos del dub más profundo coparán la escena.

Jaz Coleman en vivo en Argentina, donde vive hace dos años. Foto de prensa gentileza Club Malvinas

Según cuenta Jaz, su relación con el dub y los sonidos de Jamaica es la siguiente: «Killing Joke empezó en 1977, un año después de que los franceses usaran por última vez una guillotina y el punk había empezado en el ’76 con la primera ola fabricada por Malcolm McLaren y los Pistols. Luego, en el ’78, Bob Marley llegó a Londres e hizo la canción Punky Reggae Party, ahí el reggae y el punk se unieron, fue una especie de expresión de una minoría, si se quiere. Killing Joke vivíamos en Notting Hill Gate, donde celebramos un carnaval cada año, y se toca reggae».

Y agrega: «En aquella época, teníamos unos clubes ilegales llamados “blues” en esta zona en los que siempre había reggae pesado, reggae militante, diría yo. Había una gran población jamaiquina, y el dub, en particular, se había convertido en un fenómeno masivo. Era una forma de tomar una canción completa y simplificarla, dejando solo el bajo y la batería, para darle una perspectiva minimalista pero tridimensional, allí todo el movimiento dub despegó».

«Había enormes sistemas de sonido -prosigue- por toda la zona de Notting Hill Gate y esto influyó mucho en todos en aquella época. O sea, sin duda influyó en Joe Strummer, quien solía hablar de ello. Con él compartíamos intereses comunes, y el dub pesado era la música que unía musicalmente a todos los miembros de Killing Joke. Personalmente, prefiero los habanos últimamente, pero siempre tengo que agradecer al espíritu del cannabis y la marihuana por mi carrera, porque cuando tuve mi primer porro, fue cuando me di cuenta de que quería formar una banda y vivir la contracultura. Siempre quise ir a Jamaica, es el único lugar del mundo en el que nunca he estado.

-También está programada una cuarta fecha del Club Malvinas para fin de año ¿qué podemos esperar?

-Vamos a ver, estoy muy emocionado por el desarrollo de la banda. Suena explosiva. Es una banda inusual, quiero llevarla más allá. Pienso en todas las cosas que quiero hacer con el club, y son muchísimas. Estamos considerando dar un concierto antes de Navidad y para mi cumpleaños un concierto de órgano. Y luego, aquí donde estamos, (nota: en un bar de habanos de Palermo) me gustaría hacer un espectáculo de tango oscuro y habanos, para lo cual estoy escribiendo una pieza.

Una banda con Nico Sorín

-Respecto de la Voodoo Orchestra, todo empezó cuando se conocieron con Nico Sorín, ¿verdad?

-Sí. Nico es mi amigo, ambos somos compositores, nos ayudamos mutuamente. Me aconsejó sobre los que él consideraba algunos de los mejores músicos de acá y todos aprendimos cómo trabajamos. O sea, yo trabajo de una manera muy diferente… ¡y estos pobres argentinos! (risas). Cuando ensayo, si hay un error, normalmente hago que cualquier banda, Killing Joke o quien sea toque la canción tres veces seguidas perfectamente. Si vuelve a haber un error, entonces subo a cinco.

Jaz Coleman. Foto: Fernando de la Orden

-Y con esta gente, ¿tenés que repetir mucho o no?

-El enfoque inglés para los ensayos es como una disciplina militar cosa que les molestó un poco y Nico me pidió que sea más amable con ellos. Aprendí a morderme la lengua, pero captaron mi onda. ¡Tengo esta mirada en mis ojos… y tal vez con eso sea suficiente! (risas) A los músicos tenés que tratarlos como si fueran un piloto volando un avión. Si fallás, mueren todos. La idea es que cuando suben al escenario tengan plena confianza por esos ensayos, y esto los hace personas diferentes.

-¿Cómo es tu vida acá?

-Vivo una vida muy tranquila. Toco mucho el teclado en casa. Es una época en la que realmente disfruto no vivir en una ciudad. He visitado muchas ciudades por todo el mundo y lo he disfrutado, pero en esta etapa de mi vida, me gusta escuchar el canto de los pájaros por las mañanas y tener una existencia más reflexiva, podría decirse.

Solo hago música cuando realmente me apetece. Así que, cuando estoy de humor, dejo que el espíritu me domine y toco el teclado. Y todo el tiempo reflexiono sobre mi vida y miro las posibilidades. Todo lo que podría hacer con el tiempo que me queda… ah, y tengo un gato al que le tengo mucho cariño.

Un inglés y las Malvinas

–¿Qué recuerdos tenés de cuando se desató la guerra de Malvinas?

-Tengo muchos recuerdos de eso. En el momento en que comenzó la guerra, estaba en las islas griegas. Ya había tenido suficiente de Islandia, el clima me estaba deprimiendo. Una mañana estaba en Mykonos, y recuerdo bajar a desayunar y el tipo del hotel me dice: «Tu país está en guerra con Argentina». Y le dije como te dije alguna vez: «Ese no es mi puto país”. No es mi país, trabajo con Inglaterra y tengo mi pasaporte, pero… ¿qué carajo están haciendo los británicos a 3000 millas del Reino Unido?

Tuve una familia que me educó sobre los excesos del Imperio Británico. Ya sabés, cómo los británicos, por ejemplo, inventaron el campo de concentración, cómo los británicos literalmente robaron más de 40 mil millones de dólares en materiales de la India, cómo hubo 33 hambrunas causadas deliberadamente por los británicos y los excesos del Imperio. Así que vi el conflicto de Malvinas como una proyección del poder imperial. Tampoco me gustaba Galltieri, pero no creía ni creo que los británicos deben estar ahí.

-¿Nunca pensaste en ir a Malvinas?

-Tengo la intención de ir a visitar y tocar música allí antes de que los residentes se enteren del Club Malvinas. ¡Maldita sea!

-Tenés mucha admiración por la capacidad de resiliencia de los argentinos, ¿no creés que ser tan resiliente puede ser contraproducente?

-¿Te refieres a agacharse y ponerse vaselina?

-Algo así (risas)

-Sí, es claramente eso (risas) Hay ciertas cosas que me horrorizan de este país. Una de las muchas cosas que me molestan es ver a tanta gente yendo a lugares como España solo para comprar comida y traerla de vuelta. Es una señal de que posiblemente los argentinos están siendo estafados. He estado comparando precios en otros países. En Argentina, por ejemplo, una botella de whisky escocés que cuesta 60 dólares estadounidenses y en los Estados Unidos puede ser hasta tres veces menos. Y luego, cuando se trata de alimentos básicos, las cosas valen el doble que en España por ejemplo. Esto es inaceptable.

Creo que ciertas teorías se están desvaneciendo por completo y yo diría que la comida, el agua, el refugio y la ropa son esenciales para nuestra supervivencia. Deberían tener una parte de subsidio estatal. Al margen es importante el nivel humano acá, realmente le doy valor a esta condición de ser argentino. Pero no confío al 100% en ella, ¿entendés?

El país necesita una nueva visión, y es importante mirar atrás para comprender lo que podría traer el futuro. Este fue uno de los países más ricos del mundo y puede volver serlo gracias a sus recursos. Tengo un problema con la idea de vender la “plata familiar”, como yo lo llamo. Cuando hablamos de recursos, como agua dulce, alimentos o algo similar, creo que deberían estar en manos argentinas. Y debería haber una prioridad para la gente de acá. Tengo un problema con la globalización. No sé si realmente beneficia a la gente; hay grandes corporaciones que tienen demasiada influencia. Deberían ser identificadas y, sobre todo, este país necesita un liderazgo que pueda enfrentarse a entidades como el FMI.

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