domingo, 27 julio, 2025
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La deflación en China es la contrapartida del excepcional superávit comercial

El PBI chino se expandió en términos reales 5,2% en el segundo trimestre del año, pero la caída sistemática del nivel general de precios que experimentó en ese periodo implicó un alza nominal de sólo 3,9%.

El crecimiento de la República Popular refleja la expansión sostenida de dos factores fundamentales: el auge notable de la industria manufacturera, que es la primera del mundo, y que se sostiene con una tasa de inversión de 9% anual, prácticamente el triple del PBI nominal.

En segundo lugar, un auge fenomenal de las exportaciones, que le ha otorgado a China un superávit comercial y de cuenta corriente de carácter global de U$S 1,2 billones, de lejos el mayor del sistema mundial, que representa más de 13% del PBI.

Hay que señalar que el alza nominal del producto es el que afecta verdaderamente al consumo doméstico, y por lo tanto fija el salario real de los trabajadores, al igual que los ingresos de todas las compañías orientadas al mercado interno.

Al mismo tiempo, y en un contexto de caída general de precios, o deflación, las tasas de interés resultan mucho más altas que cuando se las observa con un criterio nominal; a su vez, lo que esto significa es que el costo del capital, en el mismo sentido, es significativamente superior, y esto se transforma en un obstáculo de envergadura que tiende a frenar el proceso de acumulación en el mercado doméstico.

De ahí que el Banco del Pueblo de Beijing (Banco Central de China) se vea obligado a bajar sistemáticamente la tasa de interés hasta llevarla a 1,4% en el año, lo que hace que en muchos sectores comience a discutirse, y no en un sentido meramente académico o especulativo, la posibilidad de una tasa cero (0%), como ocurrio en Japón en las décadas depresivas que fueron el resultado del estallido de la burbuja bursátil en la década del ´90.

Es una situación verdaderamente paradójica la actual de la República Popular, porque su crecimiento no es sólo notablemente vigoroso, sino que está todavía por debajo de su potencial, mientras que a la cabeza de su consumo doméstico se encuentra una nueva y poderosa clase media de más de 500 millones de personas con niveles de ingresos comparables a los norteamericanos, que podrían ser más de 1.000 millones en 2030.

A eso se le suma el mayor superávi comercial y de cuenta corriente del mundo, que es el resultado directo de la pujanza excepcional que muestra su formidable máquina manufacturera exportadora creada en los últimos 25 años; y que hoy resulta absolutamente imbatible en el mercado mundial, con el riesgo incluso de que aplaste a las industrias nacionales de los restantes países del mundo.

Todo esto ocurre – un acontecimiento verdaderamente asombroso – cuando al mismo tiempo la República Popular dispone del menor nivel de consumo doméstico entre las grandes economías del capitalismo contemporáneo con solo 37% del producto.

Una de las consecuencias de esta paradójica situación es que se está agravando sistemáticamente la sobreproducción de múltiples sectores de la industria manufacturera, lo que está consolidando y agravando la deflación doméstica.

El dato que conviene retener es el siguiente: fueron en junio 33 meses consecutivos en que permanecieron negativos los precios de los productos manufactureros al salir de las fábricas, y esto ocurrió mientras el PBI industrial creció 9% anual, el doble que el producto real.

La economía china, la segunda del mundo (U$S 18,6 billones/19% del PBI global), muestra en estos términos su principal desequilibrio, al tiempo que lo convierte en el mayor desequilibrio de la economía mundial.

China posee además los mayores stocks de ahorro del planeta, que solo en lo que hace a sus hogares alcanzaron al excepcional record de U$S 20 billones en junio de este año. Lo real es lo actual más lo posible, y estas cifras indican el nivel excepcional que podría alcanzar el consumo interno de la República Popular, en la medida en que se modifique la sobre-inversión en la industria manufacturera, y se reduzca a la mitad su extraordinario superávit comercial y de cuenta corriente.

Para salir de esta encerrona de dimensiones históricas en que se encuentra, la República Popular necesita el acuerdo y la cooperación con Estados Unidos. Esto es lo que – asombrosa comprobación – efectivamente está ocurriendo a partir del diálogo entre Donald Trump y Xi Jinping, convertido en pacto explícito en Ginebra por la acción de Scott Bessent y He Lifeng.

La acción en conjunto de las dos superpotencias es lo que puede revertir las corrientes de fondo del comercio internacional, lo que permitiría aumentar 10 puntos o más el consumo doméstico de la República Popular, llevándolo a 65%/67% en un plazo de 5 a 10 años. Todo ésto, asumiendo – dice Michael Pettis – una expansión estable de 5,5% anual, que es precisamente la actual.

Esto es lo principal que está en juego en el actual momento de la historia del mundo, y hacia su resolución se dirige el pacto histórico de cooperación y asociación establecido entre Donald Trump y Xi Jinping.

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