martes, 16 diciembre, 2025
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Rocca amenaza con cerrar si se importan caños chinos: quién puede defender la producción nacional?

Esta semana, el industrial más rico e importante del país amenazó con cerrar la planta de Tenaris Siat ubicada en Valentín Alsina, provincia de Buenos Aires. Es donde se fabricaron los caños para el gasoducto ’Néstor Kirchner’. Paolo Rocca presiona al Gobierno ante la posibilidad de que se importen caños de China para la construcción de un nuevo gasoducto entre Vaca Muerta (Neuquén) y San Antonio Oeste (Río Negro).

Rocca está muy involucrado en la reforma laboral del gobierno. A la cabeza de la secretaría de Trabajo está un ex-abogado del grupo Techint, Julio Cordero. Y antes pasó también un ex-CEO que expresó groseramente lo que busca el empresariado nacional: que dejar familias en la calle, sin laburo, sea tan simple como «comer y descomer».

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Ya lo hicieron en Tenaris Siat este mismo año, sin que hubiera caños chinos a la vista. Y sin que Paolo Rocca, ni sus accionistas vieran amenazada su opulenta vida millonaria. Las ganancias del grupo son siderales y su imperio se expande por más de 25 países, al mando de alrededor de 52.000 trabajadores en todo el mundo.

Sin dudas la apertura comercial expone a una situación de competencia desigual a la industria local, en términos de la economía capitalista del país. Y no es una política que favorezca a las grandes mayorías, porque atenta contra el trabajo y contra la producción nacional. Pero ¿la forma de defenderla es la que plantea Paolo Rocca?

Cerrar y dejar familias en la calle no es la manera. Por otro lado, Rocca es muy selectivo con su pedido de «proteccionismo» a la industria nacional. No manifestó objeciones con la apertura comercial que se pactó con los Estados Unidos. El plan de convertir a la Argentina en un país saqueado por mineras y petroleras, está en sintonía con los planes de Rocca. Hace años se ha diversificado con Tecpetrol y con el negocio de la infraestructura para el conducto de gas.

Cuando el grupo Techint dice que hay que proteger la industria nacional, solo habla del «valor agregado» para un modelo extractivista de multinacionales. Si en el medio cierran otros sectores de la producción, o empresas medianas y pequeñas, al gran empresariado nacional le importa poco. La competencia capitalista no reconoce banderas ni himnos, solo sus propios intereses corporativos.

Rocca ya hace más de un mes lo dejó claro, desde la tribuna de la UIA. No le alcanza con la reforma esclavista. No es suficiente destruir derechos laborales, disponer a su antojo del tiempo de vida de los trabajadores y fomentar el desempleo. Busca que el Estado nacional le siga financiando los negocios. Por eso su demagogia trumpista, por eso su retórica anti-China.

Habrá quienes desde la ilusión de generar una alianza entre trabajo y capital, puedan ver en estas fricciones la posibilidad de reconstruir la promesa de un modelo nacional que favorezca al pueblo en su conjunto.

Pero asistimos a un plan de guerra de las grandes patronales, aliadas a Milei y a Trump en sus planes estratégicos. La historia se repite: el gran empresariado argentino vuelve a arrodillarse ante los capitales extranjeros, en busca de un equilibrio para sus propias ganancias y en perjuicio del pueblo trabajador. Reforma laboral y proteccionismo para la industria nacional que sostiene al extractivismo.

Los únicos y únicas que están defendiendo los puestos de trabajo y los bienes comunes naturales como el agua, son los trabajadores y trabajadoras, y los pueblos como el mendocino que salió masivamente a la calles.

¿No será entonces, hora de pensar una salida en beneficio de las grandes mayorías? Una alianza fuerte y desde abajo, que se plantee la defensa del trabajo, la producción nacional y el medioambiente, desde otra perspectiva.

Este jueves 18, trabajadores y trabajadoras de distintos sectores se preparan para inundar las calles contra la reforma laboral de Techint y el gran empresariado. La CGT llegó tarde a la convocatoria y sigue sin llamar a paro. Es la oportunidad para fortalecer la resistencia en unidad y construir desde abajo la fuerza para imponerle a los sindicatos un gran paro nacional, como ya es tendencia en otras partes del mundo. Esta es la mejor manera de responder con toda potencia al plan de guerra de los poderosos.

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Por otro lado, en cada empresa que plantee despidos o salarios a la baja, es necesario exigir la publicación de su contabilidad interna. Las familias trabajadoras no pueden ser variable de ajuste. Muchas de estas empresas siguen teniendo ganancias, como denuncian trabajadores de FATE.

Ante cada empresa que encare despidos masivos o cierres, la gestión obrera es la oportunidad de salvar la producción y los puestos de laburo. Esas empresas deberían nacionalizarse o estatizarse, como exigen hace años las trabajadoras y trabajadoras de Madygraf.

A la apertura económica, la Izquierda le contrapone la nacionalización o estatización del comercio exterior, con mecanismos de control directo por parte del pueblo trabajador y profesionales. Una planificación real de lo que entra y sale del país. Acorde a una panificación de lo que se produce y cómo se produce. La reconversión energética es urgente, y el conocimiento técnico y científico es abundante.

Contrario a la reforma laboral esclavista, la Izquierda propone la prohibición de despidos, un salario igual a la canasta básica familias y el reparto de las horas de trabajo. Está estudiado que si se aplica una jornada de 6 horas y 5 días a la semana en las principales empresas del país, se podría generar 1 millón de nuevos puestos de trabajo con derechos.

Todo esto es posible, si desplegamos en las calles, en cada lugar de trabajo, en cada barrio, una fuerza social independiente de quienes pactan y transan con el gobierno, los yanquis y los empresarios.

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