Habrá excepciones, pero a juzgar por lo que sucedió en las horas que precedieron al cierre de listas en la Provincia de Buenos Aires, quienes viven de la política son, como dicen Javier Milei y sus acólitos, personajes camaleónicos que están mucho más interesados en su propio bienestar que en cualquier otra cosa. Desde el punto de vista de tales individuos, la disfuncional legislatura bonaerense, además de suministrarles una fuente de ingresos que pueden aumentar con los aportes -recaudados por “el Chocolate” de turno- de los ñoquis que apadrinan, les permite seguir formando parte de “la casta” y disfrutar de los privilegios así supuestos, entre ellos los fueros que sirven para mantenerlos fuera del alcance de la ley, motivo por el que, antes de ser detenida y obligada a quedarse en casa y llevar una tobillera electrónica, Cristina aspiraba a ocupar un escaño.
Aunque la Honorable Cámara de Diputados y la igualmente Honorable Cámara de Senadores bonaerenses inciden muy poco en la vida de los habitantes de la provincia, para centenares de profesionales de la política son instituciones imprescindibles. A pesar de la mala fama que se han granjeado, para muchísimas personas equivalen a un salvavidas.
Así, pues, para sorpresa de nadie, antes de terminar arreglando las listas hubo cambios de último momento, un sinfín de reyertas furiosas, alianzas imprevistas, ganadores, perdedores y, desde luego, candidatos meramente testimoniales encabezados en esta oportunidad por la vicegobernadora bonaerense Verónica Magario, que, impulsada por Axel Kiciloff, tomó el lugar de Cristina en la tercera sección electoral en que el peronismo se cree invencible. La enfrentará el ex-comisario policial Maximiliano Bondarenko que basará su campaña en la inseguridad de una zona infestada de delincuentes drogados que no titubean en matar a transeúntes a cambio de un botín miserable pero que no por eso parece dispuesta a echar a los responsables del desastre.
De acuerdo común, en la competencia por lugares en las listas sábana de la elección provincial los peronistas se encargaron de montar un espectáculo que resultó ser aún más esperpéntico que el protagonizado por sus enemigos libertarios que estaban gozosamente fagocitando al Pro, lo que puede entenderse ya que el movimiento por antonomasia está sufriendo una severa crisis de identidad y teme perder el dominio de su baluarte principal. Aunque muchos compañeros quieren liberarse de Cristina, pocos sienten entusiasmo por la figura un tanto insípida y muy problemática de Kicillof.
Al dar prioridad a los intereses de su propia facción y conservar el apoyo formal de sus rivales internos, el gobernador se las arregló para desairar a los jefes de la rama sindical que durante décadas se ufanaban de constituir la columna vertebral del Partido Justicialista ¿Se limitarán a quejarse por la negativa a darles lugares en las listas? Aun cuando algunos quisieran vengarse, no les quedan muchas alternativas, ya que no podrán sumarse al mileísimo o a la, por ahora apenas activa, oposición “republicana” al gobierno nacional. Así y todo, sorprendería que la marginación de los sindicalistas no perjudicara al PJ en que siempre han desempeñado un papel destacado como, dicen, los representantes del “pueblo trabajador”.
De todos modos, aunque no surja un nuevo líder que sea capaz de movilizar “el sentimiento” que durante tanto tiempo lo ha mantenido aglutinado, el peronismo seguirá siendo una fuerza a que las demás agrupaciones tendrán que tomar en cuenta. Por ser tan heterogéneo, siempre ha sido el vehículo favorito de aquellos jóvenes que quieren llegar a ser miembros vitalicios de “la casta” y que, luego de aprender las artes negras del oficio que han elegido, a menudo han pasado a ocupar puestos destacados en partidos menos eclécticos como el Pro o, últimamente, La Libertad Avanza.
Como es natural, Milei celebró en su estilo particular la confusión imperante en las filas peronistas y los apagones oportunos que les permitieron prolongar por medio día las disputas acrimoniosas en que participaban. Tuiteó: “Cuando pasan cosas como las de anoche, me pregunto qué piensan los imbéciles que acusan de violentar a la república porque los modales no son de su agrado. No dimensionan el monstruo que enfrentamos”. Como muchos han señalado, al anarco-capitalista verborrágico le convendría recordar lo que dijo Friedrich Nietzsche: “Quien con monstruos lucha, cuide de no convertirse en monstruo”. Lo entienda o no, Milei también suele comportarse como un producto de la pegajosa cultura peronista.
Sea como fuere, el libertario y sus adláteres no pueden sino esperar que en las semanas próximas los peronistas, tanto los kirchneristas como aquellos que los malquieren pero se resisten a romper explícitamente con ellos, continúen generando escándalos. A menos que lo hagan, no les sería tan fácil privarlos del control de la provincia grotescamente sobredimensionada que, gracias en buena medida al peso demográfico del conurbano deprimido, influye decisivamente en el destino del país en su conjunto.
Entre los inversores tanto externos como internos, el consenso es que una derrota de La Libertad Avanza en la provincia clave, aunque fuera por un puñado de votos, podría desatar una convulsión económica difícilmente manejable al resucitar el espectro de un regreso al poder del kirchnerismo. En cambio, un triunfo, sobre todo si fuera contundente, eliminaría un obstáculo que sigue impidiendo que por fin desembarquen los fondos sustanciales que el país necesitaría para que iniciara una etapa de crecimiento macroeconómico muy vigoroso. Por desgracia, las décadas de irresponsabilidad monetaria que experimentaron el país antes de la irrupción de Milei aún influyen más en la actitud de quienes manejan cantidades gigantescas de dinero que las hazañas fiscales del libertario.
Ahora bien, el que la imagen relativamente buena que ha conservado Milei, que sigue contando con el respaldo o, por lo menos, con la aquiescencia, de casi la mitad del electorado, depende por completo de la marcha de la economía, plantea un problema a sus rivales, En términos políticos, sería de su interés que el modelo que el gobierno está procurando instalar comenzara a hacer agua. Lo saben muy bien los kirchneristas que impúdicamente rezan para que todo caiga al suelo, ya que preferirían reinar en un país arruinado que verse sin poder político y las oportunidades para lucrar que posibilita en uno próspero. Otros, que aprueban “el rumbo” tomado por el libertario pero tienen buenos motivos para no querer a Milei, se limitan a criticar, tal vez prematuramente, las deficiencias evidentes de una estrategia que privilegia lo fiscal por encima de todo lo demás.
Para estos, la voluntad del presidente y su hermana Karina de aumentar su propio poder a costa de aliados que quisieran desempeñar un papel activo en la eventual recuperación del país plantea un dilema espinoso. Si se oponen al gobierno, ayudarán a los kirchneristas y otros que están decididos a prolongar por algunos años más la existencia del viejo modelo corporativo. Caso contrario, correrán el riesgo de verse subordinados a lo que ven como una banda de improvisados caprichosos y monotemáticos que los tratan con desprecio como piezas descartables.
De estar en lo cierto la mayoría de las encuestas de opinión, La Libertad Avanza, acompañada por el Pro como soci menor, camina hacia un triunfo notable en la Provincia. Sucede que, a pesar de todas las dificultades ocasionadas por un ajuste que ha perjudicado a sectores vulnerables como la conformada por los jubilados y un programa de desarrollo que amenaza a quienes no estarán en condiciones de sacar provecho de una recuperación financiada por la venta de recursos naturales, Milei ha conservado la capacidad para movilizar la esperanza de millones de personas y también el rencor que les produce el egotismo de una clase política ensimismada. Parecería que, para extrañeza de quienes suponían que el hombre de la motosierra no tardaría en hundirse, en este ámbito poco ha cambiado a partir de la victoria electoral que le abrió las puertas de la Casa Rosada y la residencia presidencial de Olivos.
Para los vinculados con “la casta”, los torneos electorales son de suma importancia. ¿Lo son para los ciudadanos de a pie que tienen que convivir con las consecuencias de lo que ocurre en las urnas? En muchos distritos del país en que se han celebrado elecciones, la indiferencia o impotencia que tantos sienten ha hecho subir el ausentismo a niveles insólitamente altos. Tal y como están las cosas, es más que probable que una proporción sustancial de los bonaerenses, como hace un mes hicieron tantos santafecinos, opten por boicotear las elecciones provinciales, lo que, en vista de lo difícil que se ha hecho saber qué realmente representan los diversos candidatos, sería comprensible. Es que aquí, como en muchas otras partes del mundo, la política se ha convertido en un asunto para especialistas que se han alejado tanto del grueso de la ciudadanía que pocos se creen genuinamente representados por los diputados, senadores, concejales municipales y otros cuyos nombres aparecen en listas largas debajo de los de personajes que, por algún motivo, cuentan con cierto grado de notoriedad.