Hay un gesto de rebeldía, casi adolescente, en agarrar una tijera y animarse a cortar el flequillo frente al espejo. O en jugarse por un delineado súper profundo o elegir un esmalte vibrante para arreglarse las uñas un martes cualquiera. Y en tiempos en los que la estética muchas veces incluye citas mensuales obligadas en un salón, cada vez más personas se acercan a cursos y tutoriales para embellecerse por mano propia. No solo por una cuestión de economía o practicidad, sino por el placer de incorporar nuevas herramientas, ganar autonomía y redescubrir el ritual diario de mirarse al espejo como un momento de juego, cuidado y autoafirmación.
Maquillarse, peinarse, masajearse la cara o hacerse las manos puede ser mucho más que una tarea de rutina: con la guía adecuada, puede volverse también una experiencia de aprendizaje, creatividad y conexión con uno mismo. A continuación, un recorrido por algunas de las propuestas más interesantes para aprender a autolookearse (y disfrutarlo en el proceso).
Técnica y practicidad
“No hagas esto, no uses esto otro, no te maquilles así”. En redes abundan las advertencias y las listas de errores. Pero cuando alguien se sienta en el estudio de Sol Marcer, el espíritu es otro. “Siempre digo que son pinturitas, no una operación a corazón abierto. El objetivo es disfrutar el momento, y si lo que te devuelve el espejo te gusta más que antes, entonces está bien hecho”. Así de simple y descontracturada es la filosofía detrás de sus cursos de automaquillaje, que tienen como principal misión hacer las paces con el make up y ganar confianza para usarlo a favor, sin miedos ni reglas absolutas.
Diseñados para mujeres de todas las edades (desde quienes se maquillan para ir a trabajar hasta quienes quieren verse bien en una fiesta o sacarle provecho a productos que tienen pero nunca usan), los talleres de Marcer combinan técnica con disfrute. Se parte de lo que cada alumna ya tiene en su casa y se suman solo algunos aliados estratégicos para potenciar el resultado sin gastar una fortuna. El foco no está en seguir modas sino en aprender a resaltar lo propio: “El maquillaje puede ser una forma de juego, pero también un escudo, una armadura. Está bueno saber usarlo bien cuando lo necesitamos”, resume.
Tan grande es el auge del automaquillaje, que muchas famosas suben a TikTok e Instagram videos de sus rutinas para enseñar trucos y atajos de un make up que cualquiera puede aplicar. Algunas tienen marcas propias (como Araceli González y Zaira Nara) y otras simplemente quieren compartir sus experiencias a partir de las Consultas que reciben, como Emilia Mernes.
El auto peinado también es un aprendizaje muy buscado. Por eso, Sol Marcer agregó a sus cursos de maquillaje uno que enseña desde el uso correcto de mousse, spray y aceites, hasta técnicas prácticas para usar la planchita o la buclera sin frustrarse.
Y para quienes tienen flequillo -y saben lo rápido que puede pasar de perfecto a molesto en apenas una semana-, una solución práctica y divertida es el taller de autocorte que da Ale Lamensa en su estudio de Palermo. Dura dos horas, no requiere experiencia previa y apunta a que cada participante se vaya con las herramientas (teóricas y prácticas) necesarias para mantener su propio corte sin depender de turnos cada 20 días o un mes.
“La idea es que puedan hacerlo solas en casa, con la misma tijera que usarían siempre”, explica Lamensa. Justamente por eso, todo está incluido menos la tijera: la recomendación es llevar la propia, para que el aprendizaje sea trasladable al día a día. A sus clases asisten mujeres de distintas edades, pero también madres e hijas que aprovechan el plan como excusa para compartir algo juntas. “Muchas vienen con la idea de aprender a cortarle el flequillo a sus hijas, y se copan un montón”, cuenta la experta.
Con una guía clara, práctica y sin tecnicismos, el curso ofrece una pequeña gran revolución doméstica: tomar el control del flequillo propio, perderle el miedo a la tijera y ganar un recurso útil, económico y replicable.
Carta de presentación
El cuidado de las uñas tampoco no es un detalle menor. Para muchas mujeres es parte del look, de la rutina de autocuidado y, en algunos casos, incluso de una pequeña transformación personal. “Las manos son una carta de presentación”, dice Luna García, manicurista y formadora con más de siete años de trayectoria, que convirtió su propio camino de superación en inspiración para otras, demostrando que es posible generar un emprendimiento de belleza desde cero. En su estudio ofrece una variedad de cursos, desde esmaltado semipermanente y capping hasta esculpidas en acrílico, gel o polygel. Algunos están pensados como salida laboral, otros simplemente como una forma de aprender a cuidarse mejor. “Muchas alumnas llegan porque quieren emprender, otras por placer, y otras porque disfrutan del arte de la manicuría como una forma de expresión”, cuenta.
Lejos de tratarse solo de una cuestión estética, lo que García propone en sus clases es adquirir conocimientos prácticos para evitar errores comunes (como el limado excesivo o el uso incorrecto de materiales) y lograr resultados duraderos, sin dañar la uña natural. Las alumnas llegan con distintas motivaciones, pero con una búsqueda en común: aprender a cuidarse las manos de forma correcta y segura, y hacerlo con autonomía.
Según la especialista, el boom de los últimos años tiene mucho que ver con las redes sociales, que ayudaron a visibilizar este oficio como forma de arte y también como oportunidad. Asimismo, con un cambio de época: “He escuchado a clientas que consideran necesario hacerse las uñas antes de ir al trabajo, ya que no cuidarlas puede interpretarse como un descuido general», explica.
Un cuidado antiage
El último gesto de autocuidado no implica tijeras ni esmaltes, sino tiempo, conexión y constancia. En los talleres de automasaje facial de Korean Root, una marca de bienestar que ofrece productos de belleza como gua shas (piedras para drenaje linfático), rollers y cepillos corporales, el foco está en redescubrir el rostro desde una mirada integral. “Vamos recorriendo músculo por músculo para aprender la técnica correcta. Es importante tener una guía, porque si se hace mal, el efecto puede ser el contrario al que buscamos”, explica María Victoria Sueldo, fundadora.
La propuesta está disponible en formato virtual y se puede hacer a demanda, en el ritmo que cada uno elija. A lo largo de cinco horas de contenido, se desarrolla primero una parte teórica (que aborda la anatomía del rostro, los músculos faciales y su vínculo con el bienestar general) y luego una práctica, en la que se recorre paso a paso toda la cara, el cuello y la zona cervical. El trabajo incluye el uso de herramientas específicas típicamente asiáticas, como la gua sha, el rodillo, los hongos y el “cupping” facial, que ayudan a activar la circulación, liberar tensiones y mejorar el tono de la piel. Estas técnicas, originadas en la medicina tradicional china y los rituales coreanos de cuidado facial, fueron adoptadas globalmente como una forma de belleza más consciente.
Aunque muchas cosmetólogas lo incorporan en sus gabinetes, el curso está pensado sobre todo para uso domiciliario. El interés ha crecido mucho, especialmente por el efecto antiage, pero también por lo bien que hace incorporar este tipo de rutinas como parte del cuidado personal. Más allá de los resultados visibles, lo que propone esta práctica es un nuevo vínculo con la propia imagen, uno menos automático y más amable, en el que se dedica tiempo al proceso.
Y quizás de eso se trata este movimiento de embellecerse por mano propia. De reapropiarse del cuerpo, del tiempo, del deseo. De convertir el cuidado en un acto no delegado. Y de encontrar -entre brochas, tijeras, masajes o esmaltes- una forma posible de belleza más consciente, cercana y personal. Una belleza que no responde a moldes, sino que se construye con lo que una tiene a mano: ganas, curiosidad y el deseo de sentirse bien.